sábado, 5 de mayo de 2007

"As últimas lúas", de Furio Bordon, por Lagarta Lagarta


Hoy, a pesar del cansancio congénito que poseía todo mi ser, me acerqué al Principal para ver esta obra, atraído por una buena crítica que había leído ya hace tiempo en un periódico. El público del teatro era en general de una edad más que avanzada, lo que me sorprendió después de ver la cantidad de jóvenes que asistían a la MITEU estos días pasados...por otra parte, yo no sé si soy cada vez más tiquismiquis, pero es que el comienzo de las obras, ese momento de cierta magia en la que comienzas a entrar en la atmósfera del asunto, es destruido siempre por la legión de fotógrafos que asisten únicamente a los dos primeros minutos, llenan ese silencio ritual con cientos de sus cliclís y se van, en ocasiones con no demasiada sutileza...qué coñazo. Aparte de ese detalle, hoy había entre los vejetes varios con una propensión desmedida a tomar caramelos de eucalipto, supongo que por abrir vías respiratorias y demás. Lo malo es que no abren el caramelo de un golpe, y se lo meten en sus fauces. No. Lo abren poco a poco, como intentando disimular, con lo que el sxxcccrrrrcssrsrxcrcr resultante se prolonga agónicamente durante al menos un par de minutos, dependiendo del grado de destreza del sujeto en cuestión. Pero bueno, el caso es que he venido aquí a hablar de la obra.
El texto es la principal baza del espectáculo, una pequeña joya sobre el papel que tienen los ancianos en la sociedad, una vez que se convierten en éso que se le ha venido llamando tercera edad, que es algo así como el Tercer Mundo, pero en plan cronológico en vez de espacial. Ernesto Chao encarna a un viejo profesor de literatura en el último día que pasa en su casa antes de dirigirse al asilo, al cementerio de elefantes. Rosa Álvarez es su esposa, que ha muerto con cuarenta y pico años pero que ese día conversa con él. O más bien, él conversa con su fantasma...muy bonito el hecho de que él la siga recordando como era, como una mujer tiernísima, intercambiando impresiones en lo que, para mí, es el mejor momento de la obra, el principio. Aunque después no desmerezca en absoluto. El humor aparece sobre todo en cuanto entra su hijo, personaje harto desagradable muy bien interpretado por Artur Trillo, en una situación que el autor muy sabiamente trata de una manera cómica, sobre todo por los puteos que el padre dedica al hijo en ese momento tan difícil. El segundo acto se convierte en un monólogo que Ernesto dirige a una planta, su única confidente en el asilo en el que está confinado. Muy dura esa parte, muy difícil y muy arriesgada, con Ernesto como nunca lo había visto encima de un escenario (tampoco es que lo haya visto muchas veces) aunque a veces yo desconecté un poco, creo que a causa sobre todo de la relativamente parada propuesta de dirección, o quizás por el cansancio acumulado...
En fin, una muy buena elección de texto (que había interpretado Mastroianni en su último trabajo en teatro), y una propuesta que me parece arriesgada pero con unos resultados de calidad muy altos. Merece la pena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En vez de ir a ver la del Espiderman Tres TKS TKS Muy mal...Respecto de los fotografos-coñazo es hasta cierto punto normal ya que si no hay foto no existe el acto en cuestion, si no hay divulgacion no hay ningun tipo de beneficio (aparte de las gentes que disfrutan con la simple asistencia) y lo que nos espera de aqui a las elecciones...miedo me da. Unos fotografos buscando el lado bueno, otros buscando el lado amable y el resto tratando de dejar al politico de turno con el culo al aire.
Asi va la prensa y asi va el pais, por lo que yo me andaria con cuidado de que espectaculos voy a ver, y si me van a sacar en la foto con determinado fulano y se va a pensar que soy ...ero o ...ata o ...ista! Aunque yo sigo convencido de que esto es a lo que mucha gente va.
Salu2