martes, 25 de agosto de 2009

LA ILÍADA, de Homero, hostiejas mil.


Después de libros como Trafalgar o Peter Pan ya iba siendo hora de hincarle el diente a un buen mamotreto veraniego, y en la playa de Barra, tras una larga conversación en la que se mezclaron las virtudes del juego de palas, la necesidad de llevar sillas de plástico a la playa para estar más cómodos, lo bonito que era correr por la playa así como mi madre me trajo al mundo y lo malo que es Orlando Bloom como actor -véase Troya-, me di cuenta de que aunque me hubisen contado mil veces la historia, no lograba recordar quién coño era de los Troyanos y quién de los griegos. No sé, algo en mi cabeza olvidaba los datos a medida que iban llegando a mi cabeza, y no es por falta de interés, todo lo contrario. El caso es que decidí poner fin a mi ignorancia, y leerme la Ilíada. Me había acabado ya los dos libros que llevaba a la playa (48, Charing Cross y After Dark de Murakami -el primero, muy bueno, el segundo, pasable tirando a malo), y me fuí a la librería del pueblo. Allí estaba, gordo y pequeño como un enano de circo gordo y pequeño. Valor y coraje. No soy precisamente de los que puedan con libros muy gordos, aún recuerdo el fracaso del verano que lo intenté con los Hermanos Karamazov y al cabo de 500 páginas me lo estaba olvidando ya por todas partes de un modo inconsciente porque no podía más con él. Al final lo dejé, y es que no podía con tanto nombre, patronímico, diminutivo que hacían que no me enteresase de nada.
Bueno, allí estaba yo, la playa, mi compañera, el mar, un montón de gente en bolas jugando a las palas o paseando sus verguenzas por la arena y un huevo de páginas por delante.

LA CÓLERA DE AQUILES
A ti perros y aves de rapiña
te van a lacerar
de forma afrentosa,
mientras que a aquél habrán de tributarle
los últimos honores los aqueos
(...)
!No me supliques, perro!,
ni por mis padres ni por mis rodillas.
!Ojalá de algún modo a mí mismo
corazón y coraje me indujeran
a cortarte en pedazos y tus carnes
comérmelas yo crudas!
(...)
ni aunque incontables los rescates,
trayéndolos aquí, me los pesara,
y prometieran otros además,
ni aunque pesar tu cuerpo en oro
el Dardánida Príamo ordenara;
ni aún así a ti tu augusta madre
ha de llorarte muerto,
a ti a quien ella misma pariera,
echándose en el lecho funerario;
antes bien, todo entero
repartirán tu cuerpo entre sí
los perros y las aves de rapiña
(...)
De ambos pies, por la parte de atrás,
taladró sus talones
desde el tobillo hasta el talón
e íbalos con correas amarrando
hechas de piel de buey,
y al carro las ató, mas su cabeza
dejó que se arrastrara
(...)
Y una polvareda
se iba levantando del cadáver
de Héctor que iba a rastras,
y a uno y otro lado de su cara
sus muy negros cabellos se esparcían
y su cabeza entera,
otrora agradable,
ahora yacía en medio del polvo

Héctor es sin duda el mejor personaje con diferencia, aunque a mi Aquiles no me dió tanto asco como a Sir Robin. Creo que su decisión final de devolver el cuerpo de Héctor es de lo mejor del libro, la decisión de un guerrero que a pesar de la cólera a la que ha sucumbido, es capaz de demostrar piedad ante las súplicas de un padre enemigo.


Estes rapaces sonche ben leídos

lunes, 24 de agosto de 2009

LA MOMIA, de Karl Freund (1932)


Después de producir Drácula, Frankenstein y Doble Asesinato en la calle Morgue, los de la Universal se decidieron por añadir a su repertorio un nuevo monstruo, esta vez salido del antiguo Egipto, aprovechando la moda que había provocado diez años antes el descubrimiento de las tumbas de Tutankamon y el asunto ikercasillesco de la maldición subsiguiente. Para la historia no se comieron mucho la olla, pues más o menos calcaron la trama de Dracula, es decir, un monstruo enamorado que a través de los siglos espera la ocasión para volver a celebrar un amor perdido en los albores del tiempo, y esa oportunidad llega cuando en el tiempo presente, ve a una mozuela que no es sino la descendiente directa de aquella a quien pertenecía su corazón. Quiere volver a enamorarla, pero para ello tendrá que matarla para acto seguido despertarla en la inmortalidad. De todos modos, a mi me parece que La momia es basante superior en muchos aspectos al Dracula que Tod Browning rodara un año antes. Karloff está impresionante, con esa pinta de mírame y no me toques, parece realmente muy frágil, y la escena que tiene con el médico al que no le da la mano para que no se le note el tacto apergaminado es de lo mejor de la peli. Otro punto interesante es la visión negativa que se da del asunto británico de la apropiación de tesoros arqueológicos de otros países, que es criticada duramente, aunque no de modo explícito. La tesis que defiende la película no es sino que a los muertos hay que dejarlos en paz, y si alguien se muere, pues que no hay que resucitarlo, vaya, que es de muy mala educación y que lo más probable es que las cosas sepongan en nuestra contra. De hecho, al propio Im-Ho-Tep -Boris Karloff- las cosas se le ponen muy malitas cuando intenta resucitar el alma de su amada. A todo ésto, sus combatientes masculinos, a diferencia de Drácula, poco pueden hacer para combatirlo, y no serán sino los propios dioses de Egipto los que tengan capacidad para derrotarlo, en una escena que parece sacada de Don Juan, con la estatua moviéndose y poniendo los puntos sobre las íes.


sábado, 22 de agosto de 2009

LA MÁSCARA DEL DEMONIO, de Mario Bava (1960)



Seguimos con el recorrido por los grandes clásicos del terror, y siguiendo con las máscaras, pues ésta es la que toca. La mejor película de terror italiana que yo haya visto, y la mejor sin duda del director que dotaría de carta de naturaleza a éso que se le ha venido a llamar "Terror Italiano" -lógico-. Por cierto, los de la revista Quatermass han sacado un nuevo número dedicado por entero a ese género, aunque a 40 eurazos del ala, por lo que no seré yo quién se lo compre. (Aunque sería un buen regalo, jeje). La película narra la típica historia (en este caso, sacada de un relato de Gogol) de la vampira-bruja que vuelve a la vida para vengarse de aquellos que la han condenado a la hoguera, con el aliciente de que el director es Bava, el blanco y negro proporciona unas atmósferas impresionantes,y la chica es Barbara Steele, una de las grandes musas desde entonces del cine de terror, con su característica melenaza morena y esos ojos pintados que años después copiaría Cassandra Peterson para su personaje de Elvira.

De las escenas más destacables, me quedo con unas cuantas:
1. El principio, sin lugar a dudas. La bruja está atada a un poste, y le clavan la máscara metálica en la cara después de que lance una recua de improperios a la multitud. Es la imagen que se me ha quedado siempre de esta película, más que nada porque una vez, siendo pequeño, empecé a verla pero me quedé a escasos minutos de empezar, porque me tuve que ir a cenar a no sé donde. Posiblemente sea lo mejor de la película. El mazazo es espectacular, duele.
2. Las actitudes totalmente hooligans de los dos médicos (sobre todo el mayor) cuando entran en la cripta abandonada por primera vez. Más que doctor, el hombre parece un gamberro o un concejal de turismo, rompiéndolo todo y sin pestañear. Rompe el órgano, el féretro, coge la máscara y la deja por ahí tirada...mal sabe él que sus acciones de kale borroka decimonónica tendrán una terrible consecuencia...por lo que podemos ver la peli como un alegato a favor del civismo y de la conservación del patrimonio.
3. La aparición de Barbara Steele con los perrazos. Imponente, oiga!


El elemento desencadenante

4. El final, con ese pedazo gazapo de script, según el cual la mujer pasa a tener y no tener crucifijo dependiendo del vampiro que la ataque, a mayor gloria del guión.
Bueno, en fin, una película agradable, aunque a veces se hace un poquillo aburrida en el medio. Pero, como en el caso de Price, merece la pena verse por la actriz, todo un mito del cine de terror.

LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA, de Roger Corman (1964)



El verano está pasando a grandes zancadas y yo no sé qué hacer para pararlo...no quiero que llegue Septiembre...snif. Bueno, después de esta introducción, pasemos a comentar lo que me ha llevado a sentarme en esta silla y empezar este post desde mi portátil recién formateado (se ve taaaan limpio...ahora la cuestión es tenerlo todo superordenadito y bla bla bla...). El caso es que últimamente se está realizando en este veraniego hogar una revisión de los grandes clásicos del cine de terror, hecho que me colma de alegría y dicha sin par. La primera que vimos fue "La máscara de la muerte roja", más que nada porque salía el ultravillano Vincent Price. Rumores que llegaron a mis oídos afirman que este hombre rodaba todo aquello que podía porque estaba muy angustiado en cuestiones económicas por causa de los costosos cuidados que necesitaba su muy enferma esposa. La verdad es que no sé si será verdad, pero como diría Pedro J, "no dejes que la verdad estropee una buena historia". De este modo, a su faceta como maligno personaje en mil y un filmes se le añadiría un aura de paladín del amor, de caballero victoriano que hará lo que sea por conservar el amor de su amada. A propósito, este rumor parte de LaAna, para más detalles. Si no es cierto, díganselo a ella.
Bueno. Hablemos de la película...no, todavía no. Hablemos un poco más de Price. Recuerdo con muchísimo cariño una película cómica protagonizada por él, que exhibieron hace la tira de años en la Young´s House, "Doctor Goldfoot and the Bikini Machine", en la que nuestro amado héroe interpretaba a un mad doctor ataviado con unas babuchas doradas la mar de monas oiga, y había chicas en bikinis ultrakitch, rápidas persecuciones en vehículos inenarrables y una banda sonora super pegadiza (de Les Baxter). Una joya que no he podido volver a ver. O no he querido. La verdad, nunca me lo he propuesto. Ni siquiera he mirado en el emule a ver si estaba. De todos modos, acabar así un párrafo está bien: "una joya que no he podido volver a ver".

Ahora sí, pasemos a la película en cuestión. Basada en un relato homónimo de Poe, es la penúltima vez que el trío Price/Poe/Corman hacen las delicias del respetable. Price está fenomenal, representando a un noble cabronazo en la línea de Gilles de Rais o el Duque de Feria. Y aquí, en el tema pedofilia, es donde quiero pararme. En un momento de la truculenta película, en la que los nobles están dándose un festín en el salón mayor del castillo, aparece un enano (Skip Martin haciendo un papelón) con una niña (después se supone que es una enana, pero tal cual parece una niña), y comienzan a bailar. La mirada y la conversación que tienen entonces Price y Alfredo (un noble interpretado por Patrick Magee, el marido de la mujer violada en La naranja mecánica, también Sade en Marat/Sade de Peter Brook, ahí es ná) es de lo más perverso que tengo visto en mucho tiempo en una película de estas características. Creo que es lo que me ha sorprendido más de toda la película.


Por cierto, otra curiosidad, la pelirroja que aparece era por aquel entonces novia de Paul McCarney.


Fusión perfecta entre Bergman y Parchís

En definitiva, una de las mejores adaptaciones que se han hecho de Poe (meten otros relatos por el medio, como Hop Frog), aunque les ha pasado el tiempo como un rodillo a las películas de este director. Nos podemos poner todo lo frikis que queramos, pero por aquel entonces (año 1964), se estaban haciendo cosas como Suspense! de Jack Clayton, o "Las Diabólicas", de Jeremiah Chechik. Y esas sí que dan miedín. Pero bueno, está Vincent Price, y ya es razón suficiente para verla.