viernes, 5 de octubre de 2007

L´atalante, de Jean Vigo

Hace ya una semana y pico que fui, junto a Laana y Cum Gladio, al cutre-cine a ver esta pequeña joya del cine impresionista francés. Yo en mi vida había visto cosa tal, y a lo mejor si la hubiese visto en mi casa no hubiese acabado de verla, pero el caso es que estando allí no era plan el irse, haciendo levantarse a toda la fila, en su mayor parte integrada por señoronas de visones y pelos oxigenados y cardados. De todos modos, me alegro por haberme quedado hasta el final, porque la cosa merece la pena. el argumento es muy simple: una mujer (impresionante Dita Parlo, belleza finisecular inquietante) se casa con un marinero, patrón del barco que da nombre a la película. Tras la boda, se embarcan, y vemos como se suceden episodios de su vida íntima sin que el conflicto aparezca explícitamente. Más bien nos vamos dando cuenta de que la mujer cada vez de aburre más, ella desea ver algo más de lo que él le enseña ("Ella quiso barcos y el no supo qué pescar", como diría Sabina), y al final, tras la negativa del hombre de enseñarle París, ella decide irse por su cuenta a verlo, tras encandilarse por un charlatán de feria, uno de los personajes más simpáticos, a la vez que un tanto rallante. Su marido, al darse cuenta de que ella se ha ido, piensa que lo ha abandonado definitivamente y zarpa con el Atalante. Cuando ella vuelve al puerto, encuentra el sitio...y entonces comienzan los dos sus respectivos purgatorios de soledad y tristeza, dando tumbos por el mundo hasta que gracias al viejo marinero que los acompañaba en el barco, se reencuentran y todo acaba con un beso apasionado por la cubierta. Es ese viejo marinero al que da vida Michael Simon el personaje más carismático de la película, un borrachín que se ha recorrido el mundo entero en su barco, y que lleva en su cuerpo, en forma de tatuajes, las señales de una larga vida llena de emociones, amoríos y batallas perdidas.
Lo más interesante es el tratamiento que se le da a las imágenes, las sensaciones que provocan esos planos impresionantes de ella caminando por la cubierta, o la atmósfera conseguida en los bares de París...bueno, no sé, conocía el impresionismo por la pintura, pero jamás había tenido la oportunidad de verlo en el cine. Merece la pena el esfuerzo, además, no es muy larga.

Y ella es taaaaan riquiña







Tras su escapada,se encuentra con la plaza de aparcamiento...


En pleno infierno, él decide sumergirse en el mar para así conseguir ver el rostro de su amada...

1 comentario:

Diógenes de Babilonia dijo...

Efectivamente, la película no es larga. ES ETERNA.

Un minuto más sentado en ese tronco sin respaldo y me daría el yuyu. Cuando las cabezas de los espectadores no lo dejan a uno ver los subtítulos, y cuando el argumento es lo más aburrido que se nos pueda echar a la cara, se hace imposible tragarla. Al menos a mi modo de ver.