Tras el típico debate previo, en el que decidimos que la película a elegir debería de ser necesariamente de terror italiano -límite propuesto por SFM-, nos decantamos por la que se podría considerar como el primero de los verdaderos giallos de la historia del cine, tras la precursora "La muchacha que sabía demasiado". Hablamos de la fundacional "Seis mujeres para un asesino", del enorme Mario Bava,dirigida en 1964, que sienta las bases de lo que será el cine italiano de terror de toda la década siguiente.
El argumento de la misma es simple como el mecanismo de un cuchillo de carnicero, todas las bellas muchachas -unas bastante más bellas que otras, por cierto- que trabajan como maniquíes en un glamuroso salón de alta costura comienzan a ser asesinadas por un ¿hombre? con el rostro oculto por una especie de paño, en lo que podríamos definir como un Darkman pasado por las manos de Magritte. Las razones de por qué esta mala persona es tan despiadado con las pobres chicas no parece tener demasiada importancia, al menos para mi, y, creo que, sobre todo, para el director. Lo que realmente le interesa es crear la atmosfera apropiada para cada asesinato, utilizando para ello de manera harto bizarra tanto la música como, sobre todo, esa típica iluminación bavariana tan psicodélica y colorista, tan teatral, en definitiva, que tiene su ejemplo más perfecto en la secuencia del ataque en la tienda de antigüedades de Franco -interpretado por Dante DiPaolo, de gran parecido a Javier Bardem-, con esas variaciones de luz alucinantes e hipnóticas.
Bava juega a la perfección sus cartas, llevándonos a desconfiar de prácticamente todos los personajes que aparecen, y si bien en algunas ocasiones, se guarda ases en la manga e introduce trampas en el guión, se le perdonan por la propia condición de la película, un divertimento sádico sobre la inherente maldad del ser humano.
En cuanto a los actores, me llamaron la atención dos de ellos. Uno es el bajito Luciano Pigozzi, clavadito a Peter Lorre -yo creo que lo imitaba, de hecho-, haciendo el papel de impotente -condición la suya que le hace parecer culpable, por eso de la vengaza freudiana, y estas cosas-, y otra es la morenaza de ojos estilo Barbara Steele que se pasea por ahí, Claude Dantes, que, aunque no lo parezca, su personaje debe ser chino, porque se llama Tao-Li. Lástima que su carrera cinematográfica sea tan exigua como sus diálogos en esta película.
Como curiosidad podemos decir que una de las actrices que logran sobrevivir, debido a su condición de figurantes sin frase, es Mara Carmosino, cuyo nombre no les dirá nada pero seguro que todos la conocen por su conocida faceta de experta en el fist-fucking de animales de peluche. Si, amigos. Ella es Mari Carmen, la de sus muñecos.
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