martes, 27 de noviembre de 2007

The grand inquisitor, de Peter Brook


Está claro que uno no va a ver una obra de Peter Brook de la misma manera en que va a ver una obra de teatro cualquiera. El hecho de que sea el director vivo más famoso del mundo, el más considerado, el que ha elaborado una sólida teoría recogiendo la labor de los maestros más sagrados, como Stanislavski, Grotowski, Artaud, Barba, así como toda la esencia de la Royal Shakespeare, autor de probablemente los libros de teoría teatral más asequibles a la par que profundos (La puerta abierta, El espacio vacío, Hilos de Tiempo...), confiere a la asistencia a uno de sus montajes una importancia que va más allá de la simple visión de una obra de teatro. Vas allí a aprender algo, a ver al maestro en acción.
Y ese fue mi error.
Él no estaba allí para enseñarme nada, ni para demostrarme la esencia de su trabajo, que se prolonga ya unas cuantas décadas. Estaba allí para contarme una historia. Y éso, únicamente éso, es lo que hizo. Quizás esa sea la lección, a pesar de todo. Y creo que me estoy poniendo un poco melodramático, lo siento.

Pero es que es verdad. Dos actores, uno que no hablaba en absoluto, sólo escuchaba. Luz general todo el tiempo. Ningún cambio de iluminación. ¿Escenografía? Una banqueta. Teatro pobre en estado puro. El actor que hablaba (Bruce Myers), impresionante. El gran inquisidor hablando con un Cristo que ha vuelto a la Tierra, echándole en cara que no tiene nada que hacer aquí ya, que no le está permitido añadir nada más a lo que dijo hace 1500 años...un texto muy duro, extraído de uno de los capítulos de "Los Hermanos Karamazov" (libro que abandoné después de 600 páginas...al final me lo olvidaba en todos los sitios, yo creo que inconscientemente quería perderlo).
Pero de todos modos, se me plantea un debate. Está claro que la mano del director era tan suave, tan austera, que prácticamente no existía "teatralidad". En una de las críticas que han aparecido en los periódicos sobre esta obra, afirmaban que daba la misma sensación y la misma emoción ver el espectáculo que leer el libro en la soledad de la habitación. Puede que tengan razón, pero bueno, de todos modos, ha sido una buena experiencia ver en directo una obra de uno de los grandes maestros.

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