jueves, 6 de septiembre de 2007

Invasión de hormigas



Ayer a la noche, al llegar del teatro, me di cuenta de una cruel realidad: estaban allí. Habían llegado, poco a poco, subrepticiamente, con pasos silenciosos que escondían sus crueles intenciones. Como un río de aguas oscuras se iban desplazando por el suelo de mi cocina, río que nacía en un pequeño agujerillo en la ventana y desembocaba en el cubo de la basura, que es el morir. Lo vi, y no hice nada. Era demasiado tarde, estaba demasiado cansado como para darle importancia. me metí en cama sin poder imaginarme lo que me encontraría la mañana siguiente.


Al río orgánico compuesto de cuerpecillos y antenas le había salido un afluente, que así como el Sil lleva el agua y el Miño la fama, se había convertido en un Nilo, un Amazonas, un Mississippi hormigueante. Se dividía del cauce principal poco antes de llegar al cubo de la basura, y recorría toda la casa hasta llegar al balcón. Pensé que me había dejado allí algún tipo de materia orgánica que tras el paso de los días había llegado a tal putrefacción que la hiciese altamente deseada por estos animalillos sin culpa ninguna. Pero no. Llegaban al balcón y se metían en un pequeño buratillo de la pared. Kilómetros y kilometros de caminata por la tarima flotante para llegar a ningún sitio. Incomprensible, pero cierto.


Tras sacar de la habitación donde duermo un actimel que llevaba allí al menos dos días y que había pasado desapercibido para mis nuevas mascotas, decidí tomar cartas en el asunto de la única manera que se me ocurría. Saltarme las normas del derecho internacional en materia bélica y utilizar la Guerra Química. Me dirigí para ello a la armería más cercana, (Gadis), compré un bote ENORME (¿por qué coño serán tan grandes los botes de insecticida?). Pagué religiosamente. me metí en casa, y allí estaban...Comencé mi labor...¿Hueles eso? -Pensaba-¿Lo hueles, hijo? Es el insecticida.... Me gusta el olor del insecticida, sobre todo cuando amanece. Una vez rocié la cocina sin parar durante 12 horas y cuando acabé de machacarla entré en ella. No encontré nada, salvo cadáveres de hormigas. ¡Pero qué olor aquel! ¡Aquella cocina olía a....Victoria!
And Justice for all....

8 comentarios:

Anónimo dijo...

No sería más sencillo sacar la basurA y esperar a que se fueran ¡SADICO!.
Antes te quejabas que tu casa estaba sucia por las visitas gorroneriles que realizabamos tus colegas, pero ya ves que no.
El retorno del gorrón está cercano, cierra puertas y ventanas, puedes tapiarlas si quieres, no podras escapar.

Dragomira dijo...

Venid cuando querais...snif, snif...Gorrón y cuenta nueva.

Diancecht dijo...

Me adhiero a Petrosky, cuida tu Diógenes y deja de acumular residuos, que luego vienen las ratas.

Diógenes de Babilonia dijo...

Nunca entenderé cómo las hormigas pueden llegar a un séptimo piso. Hace falta tener ganas para escalar.

Bueno, claro. Seguro que llevaban tiempo planeándolo. Habían olido la materia orgánica y maquinaron su plan de población masiva.

Ya sabes, Dragomira. Por unos pocos días, aumentaste en millones tus mascotas. Espero que ahora no te sientas muy solo con la compañía de dos gatos y un loro.

Anónimo dijo...

Te voy a regalar un oso hormiguero.
Lo que no se es el tipo de relación con los gatos.

Unknown dijo...

joer! vives en una pocilga dragomira... yo vivo en un primero, casi en la cima de una de las colinas donostiarras, rodeada de árboles... un lugar idílico... hasta hay un riachuelo y de noche puedes oir el ruidillo del agua y el quejido de las hojas con el viento... y los únicos bichos, los mosquitos, que se me comen viva...

Dragomira dijo...

Un respeto, pardiez!. He acabado con todas ellas. No hay rasto de esos vietcongs. Sólo cadáveres....

Diógenes de Babilonia dijo...

Pues los cadáveres también hay que recogerlos. No vaya a ser que más hormigas vuelvan a por ellos...