sábado, 22 de agosto de 2009

LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA, de Roger Corman (1964)



El verano está pasando a grandes zancadas y yo no sé qué hacer para pararlo...no quiero que llegue Septiembre...snif. Bueno, después de esta introducción, pasemos a comentar lo que me ha llevado a sentarme en esta silla y empezar este post desde mi portátil recién formateado (se ve taaaan limpio...ahora la cuestión es tenerlo todo superordenadito y bla bla bla...). El caso es que últimamente se está realizando en este veraniego hogar una revisión de los grandes clásicos del cine de terror, hecho que me colma de alegría y dicha sin par. La primera que vimos fue "La máscara de la muerte roja", más que nada porque salía el ultravillano Vincent Price. Rumores que llegaron a mis oídos afirman que este hombre rodaba todo aquello que podía porque estaba muy angustiado en cuestiones económicas por causa de los costosos cuidados que necesitaba su muy enferma esposa. La verdad es que no sé si será verdad, pero como diría Pedro J, "no dejes que la verdad estropee una buena historia". De este modo, a su faceta como maligno personaje en mil y un filmes se le añadiría un aura de paladín del amor, de caballero victoriano que hará lo que sea por conservar el amor de su amada. A propósito, este rumor parte de LaAna, para más detalles. Si no es cierto, díganselo a ella.
Bueno. Hablemos de la película...no, todavía no. Hablemos un poco más de Price. Recuerdo con muchísimo cariño una película cómica protagonizada por él, que exhibieron hace la tira de años en la Young´s House, "Doctor Goldfoot and the Bikini Machine", en la que nuestro amado héroe interpretaba a un mad doctor ataviado con unas babuchas doradas la mar de monas oiga, y había chicas en bikinis ultrakitch, rápidas persecuciones en vehículos inenarrables y una banda sonora super pegadiza (de Les Baxter). Una joya que no he podido volver a ver. O no he querido. La verdad, nunca me lo he propuesto. Ni siquiera he mirado en el emule a ver si estaba. De todos modos, acabar así un párrafo está bien: "una joya que no he podido volver a ver".

Ahora sí, pasemos a la película en cuestión. Basada en un relato homónimo de Poe, es la penúltima vez que el trío Price/Poe/Corman hacen las delicias del respetable. Price está fenomenal, representando a un noble cabronazo en la línea de Gilles de Rais o el Duque de Feria. Y aquí, en el tema pedofilia, es donde quiero pararme. En un momento de la truculenta película, en la que los nobles están dándose un festín en el salón mayor del castillo, aparece un enano (Skip Martin haciendo un papelón) con una niña (después se supone que es una enana, pero tal cual parece una niña), y comienzan a bailar. La mirada y la conversación que tienen entonces Price y Alfredo (un noble interpretado por Patrick Magee, el marido de la mujer violada en La naranja mecánica, también Sade en Marat/Sade de Peter Brook, ahí es ná) es de lo más perverso que tengo visto en mucho tiempo en una película de estas características. Creo que es lo que me ha sorprendido más de toda la película.


Por cierto, otra curiosidad, la pelirroja que aparece era por aquel entonces novia de Paul McCarney.


Fusión perfecta entre Bergman y Parchís

En definitiva, una de las mejores adaptaciones que se han hecho de Poe (meten otros relatos por el medio, como Hop Frog), aunque les ha pasado el tiempo como un rodillo a las películas de este director. Nos podemos poner todo lo frikis que queramos, pero por aquel entonces (año 1964), se estaban haciendo cosas como Suspense! de Jack Clayton, o "Las Diabólicas", de Jeremiah Chechik. Y esas sí que dan miedín. Pero bueno, está Vincent Price, y ya es razón suficiente para verla.

1 comentario:

El Señor No Puedo dijo...

Shdder, tremble, gasp. Parecen onomatopeyas de tebeo. Estas pelis baratas...