lunes, 5 de marzo de 2007

Fausto

La primera imagen que se me viene a la cabeza al escuchar el nombre de "Fausto" es la de un pobre hombre de unos ochenta años, entrado en carnes, con unas gafas de culo de vaso que parecían atrezzo de una pelicula de Terry Gilliam, vendiendo tablas de marquetería en una especie de tienda-sótano-cámara de los horrores en mi antiguo colegio de los Salesianos. Todo un personaje, este "Fausto". En su juventud supongo que habría sido profesor de alguna materia en ese colegio, pero con las chocheces de la edad los prebostes del colegio lo habían relegado a simple vendedor de material para esa gran asignatura que era "Trabajos Manuales", trabajos que se resumían en el aserramiento indiscriminado de láminas de madera con el fin de transformarlas en objetos tan deliciosos y artísticos como el esqueleto de un dinosaurio (éso era fácil), una avioneta de la segunda guerra mundial (muy fácil igualmente, con eso no pasabas del bien), un gallo que de tan horrible que era daba miedo (su dificultad era pareja a su belleza, es decir, endiablada), o el culmen de la maestría, el sumum de la práctica marquetera, lograr que esa simple tabla, vulgar y asquerosa, se transformase por obra y gracia de la mano del niño en una espléndida tour eiffel (nunca conseguí ni siquiera levantar el primer piso).

Ideal de belleza salesiana

Dada la cantidad de material necesario para llevar a cabo tan increíble labor, las visitas a la tienda de Fausto eran de una frecuencia casi semanal, permitiéndonos observar en cada una de ellas las excentricidades de este pobre señor, probablemente el primer friki de mi vida, que compaginaba su labor de dependiente-recaudador del impuesto revolucionario (dado que la compra de este material era obligatorio)- con su faceta de profesor de ajedrez. Esta característica de él no deja de sorprenderme, y por el colegio pululaban varias leyendas y anécdotas sobre la enorme capacidad ajedrecística del tal Fausto. Fausto. Recordando recordando me doy cuenta de que todos los curas que pululaban por el colegio llevaban un Don delante, "habla con Don Rudesindo", "Vete ahora mismo a hablar con Don Constantino". En cambio, Fausto era Fausto, siempre y en todo momento, y el instante en el que perdió su trato de distinción se pierde en la memoria del tiempo...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes, Fausto era un personaje entrañable, con sus tablas y los cuadernillos rubio.
Pero lo realmente sorprendente era su capacidad de silbar sin abrir la boca por medio de un agujero que tenía encima del labio superior y que habitualmente taponaba por medio de una extraña argamasa de color carne.
Leyendas a un lado friki, lo que se dice friki, si era, y eso dentro de la extraña raza de los profesores de colegio católico que pulularon por nuestra infancia.
Señores y señoras, desde aquí les insto a que dejen comentarios en este hilo acerca de los profesores más extraños que han pasado por sus vidas.
Un cordial saludo.

Dragomira dijo...

Muy buena idea, compañero de fatigas infantiles...Menudo elemento.

Dragomira dijo...

Pero lo del agujero era verdad? eso si que no lo sabía yo? Se lo había hecho con un pelo de sierra?

chiyo-chan dijo...

Jur, jur, jur!!!Que bueno ese tal Fausto y al mismo tiempo que raro pero ha hecho que por su forma de ser lo recordeis!!

Yo tenía un profesora en Secundaria que también era bastante simpática: la llamabamos la Fuguillas, porque a veces se le escapaban "airecillos" no sólo por el ano, sino por la boca, la nariz, etc. Era un caso, la pobre ya era bastante mayor y entre que no oía muy bien (y no se debía de oír a sí misma) y tenía esos escapes, aquello era un escándalo. Las risas que nos echabamos, jajajaja!!Y la tía se giraba y decía: "callaros, niños, que me interrumpíis la clase". A lo que algún simpático le contestaba en bajini: "pero si la que no deja oir es usted con esas ventosidades". Acto seguido era expulsado.

Ay, cuántos profesores habrán marcado alguna etapa de nuestra adolescencia!! Qué sería de eloos y también de ellas!!

Unknown dijo...

¿No te dio clases Don Mariano? ¿Cómo era su apodo? mmmmmmm... ¿Cubanito?

Anónimo dijo...

o problema de confundir nomes e mitos é que nos leva a lugares escuros da nosa máis tenra infancia... pero dende moitas perspectivas... eu prefiro o fausto literario, e non deixarme levar pola ira ao pensar nas miñas monxiñas "peleonas"!!! E sobre todo... porque... algúns están do lado escuro do pupitre... que pensarán agora deses que levan os cadernos??? Glups... haberá que esperar 20 anos para ler os comentarios nun blog???

David dijo...

Para mi el más raro era Don Joaquín, una mezcla entre Polanski y Dona Urraka (era su mote, no?); y las palizas más alucinantes las gastaba Conchita la hippie en tercero.
Pero lo más traumático de ese colegio fueron los vestuarios del gimnasio antes de que los hubieran renovado, oscuros como un culo, hediondos, y llenos de moscarrones.

Anyway, y se ve que se cumple:

Viva Don Bosco
Viva Don Bosco
Viva!
Yeahhh!
Viva su sueno entre nosotros
Viva!
Yeahhh!

Anónimo dijo...

Oye, tengo que decir que me reí muchísimo con el articulillo del Fausto..ah! ah! En serio, que bueno lo del "Don"...hacía tiempo que no me reía así ...(5 o 6 minutos)
En fin...pues os voy a contar, queridos niñitos y niñitas, lo que era DON Fausto para mi.

El señor que nos vendía los pelos de marquetería y los diskettes de 5 y 1/4 esos.
Pero si quereis un profesor raro, dejad que os hable de DON TOMÁS....
Si... Don Tomás, enjuto él, castellano recio, forjado en las escarpadas estribaciones de la sierra guadarrameña.... De mirada infinita, profunda, sabia....
Recuerdo con nostalgia aquellas clases de gimnasia-militar.....Dios bendito, que patético, no me veo con fuerzas para seguir.